CAMPEONATO MUNDIAL DE FÚTBOL

 FÚTBOL en LA MIRADA TORCIDA

En 1930, Uruguay inventó y organizó el PRIMER CAMPEONATO MUNDIAL DE FÚTBOL DE LA HISTORIA. 



MONTEVIDEO, capital de la República Oriental del Uruguay fue la anfitriona. Construyó el ESTADIO CENTENARIO en un plazo récord: 6 meses. 



Los personajes de LA MIRADA TORCIDA viven esta experiencia, transitan por los alrededores; se ilusionan con el triunfo de la Selección uruguaya de fútbol; ven gente exótica pasear por las calles de sus barrios, alojarse en lujosos hoteles, disfrutar de la playa, los parques, bailar en fiestas de toda clase y alcurnia.


Y en "Sonatina Cromática" (último capítulo de la parte 2: LA MADRIGUERA : 

"La Semana Santa de 1945 empezó vestida de verde. El domingo veinticinco de marzo las calles de la Unión se llenaron de ramitas de olivo, igual que las de Malvín, Carrasco y Punta Gorda; los católicos de cada barrio acudían a su parroquia, celebraban misa y después la procesión, ¡a las calles!. La familia Conejero precedía la procesión que partía de la Iglesia Santa Cruz con su Virgen y su Cristo, el Coronel y sus cuatro hijos uniformados en verde, las mujeres todas de negro con mantilla y peineta al estilo español; todas menos Graciela que no asistió...

...A Pirulo le gustaba la Semana de turismo porque no tenía que madrugar, podía dormir a sus anchas hasta que le diera la gana levantarse, desayunar con gula y sin prisa, correr al campito del barrio para pegarle patadas a la pelota, jugar con sus amigos un buen partido de fútbol y más tarde, comer, descansar…,  disfrutar de esas vacaciones apenas tres semanas después del primer día de clase; estaba en segundo de liceo y el sábado de gloria cumpliría trece años. Para él, el verde de la vida se relacionaba con el relajo, con el color de los chistes, con todo lo que le invitaba a meterse la mano dentro del pantalón para sobarse aquello que le estaba cambiando, que crecía sin pedir permiso..." 


Dentro de la 3ª parte (LOS CAPRICHOS) en el capítulo “Capricho Español”, Saturnino Menduiña, emigrante gallego, constructor del Estadio Centenario, ocupa un papel relevante en la novela:



“…¿Ustedes se imaginan lo desesperado que estaba Saturnino después de vagar durante seis años, de un despacho al otro, al principio ofreciendo un proyecto genial pero al final ya decepcionado, casi pidiendo limosna, “por favor denme un trabajo que tengo seis hijos que mantener, más otro que viene en camino y no pienso dejar de aparearme con mi mujer que ¡Dios le conserve la fertilidad, manda carallo!” 

Así que cuando aquel tipo que no era ni director de Banco, ni senador, ni diputado, ni intendente, ni concejal, ni empresario, ni arquitecto ni nada, sino simplemente un empleado le ofreció, en enero de 1930, trabajar de albañil en la construcción del Estadio Centenario, Saturnino agachó la cabeza y dijo que sí, que aceptaba, porque no hay dinero que no se termine gastando aunque empiece siendo o pareciendo una fortuna. A Saturnino Menduiña Lagos se le estaba terminando el dinero y su orgullo no le permitía volver a su tierra, tenía que quedarse acá, triunfara o no. La pobreza había sido algo desconocido hasta entonces para el gallego contratista pero en aquel momento supo que ya estaba en condiciones de olvidarse de la dignidad y ganarse el pan de cada día, el suyo, el de su mujer y el de sus hijos. Aceptó...

 …La obra no podía pararse porque si no, no llegaban a tiempo para la inauguración del Campeonato Mundial de Fútbol…

…El gallego trabajaba duro y cuando se estiraba sobre el cemento para dormir la media hora de descanso que tenían en cada turno, soñaba con vieiras, centollos, percebes, almejas y langostinos que había saboreado sin restricciones en su tierra...

 

...Saturnino Menduiña tenía sesenta y tres años, andaba encorvado y ocultaba la cabeza blanca en canas bajo una gorra de vasco, cuando se sentó en el banco de madera instalado por el partido colorado a la puerta de su sede de la Unión, para descanso y solaz de los viandantes que pasearan por la Avenida Ocho de Octubre. Tenía dos propósitos cuando se acordó que aquel individuo de la mano enguantada era el Chiche Martínez, el joven que había conocido cuando trabajaba en la construcción del Estadio Centenario, el que siempre llegaba de repente, sin que nadie lo esperara, acompañado de autoridades, bien vestido y aseado pero con una mirada triste que él atribuía a aquella mano escondida, como si pretendiera disimular su existencia mientras unos cuantos guarangos se burlaban de él a escondidas, regocijándose en llamarle “el manco”…”    

En el capítulo “Arpegios Azules” ( último de LOS CAPRICHOS), aparece Isadora, recuerda la época en la que el fútbol se escuchaba por la radio, el protagonismo de este medio en los Campeonatos Mundiales:

 “…Durante esos nueve meses que estuvo enyesado desde el tobillo hasta la ingle, Isadora pasó muchas horas con su padre, jugaba con él a las cartas, al ludo, resolvían crucigramas juntos, escuchaban partidos de fútbol en la radio…

 …Héctor triunfó en el fútbol, ascendió en su trabajo en el Banco de la República Oriental del Uruguay; nacieron sus hijos: Mireya en 1975 y Gervasio en 1977; después compraron un apartamento en el centro al que se mudaron los cinco, dejando por fin atrás aquel barrio maloliente que tanto asco le daba a Lorena, pero Dora siempre estuvo allí para amargarle a su nuera los días y las noches…

 …Sobrevivía gracias al aire limpio de Lagomar, las comidas sanas de Margarita y demás cuidados que ella le proporcionaba sin quejarse aunque le castigara obligándolo a ver telenovelas en lugar de películas de cowboys o partidos de fútbol…"

El fútbol tiene protagonismo hasta el final de LA MIRADA TORCIDA . “Tocata y fuga” (último de la parte final: EL SECUESTRO) encontramos:

…Leyendo aquella última carta del Chiche, a Isadora el padre se le había disfrazado de jovencito ilusionado, o empezaba a desnudarse para mostrarse como un viejo verde contándole a su hija que había comprado una cama de dos plazas para dormir junto a la mujer que nunca había dejado de amarlo, y una heladera para mantener frescos los cocteles del amor y la armonía, y un sofá para mirar la televisión desde el confort y una televisión para contemplar algo ajeno, aventurero y lejano desde el sofá y no sé cuántas cosas más y que, desde que había llegado al barrio no paraban de venir a saludarle sus viejos amigos, con sus hijos, nietos y hasta bisnietos, que le llamaban abuelito y le cantaban canciones aprendidas en la cancha de su equipo de fútbol y que lo querían mucho todos, que estaba contento y recibiendo más cariño que nunca. Le pedía a Isadora que lo perdonara y que lo entendiera…


¿DÓNDE PUEDES LEER LA NOVELA ÍNTEGRA?


LA MIRADA TORCIDA (e-book)

LA MIRADA TORCIDA (tapa blanda)



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